Mostrando entradas con la etiqueta Vida cristiana. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Vida cristiana. Mostrar todas las entradas

Qué pide el Señor

Publicado en "El Encuentro con Dios"
de la Unión Bíblica


Oíd ahora lo que dice Jehová: Levántate, contiende contra los montes, y oigan los collados tu voz. Oíd, montes, y fuertes cimientos de la tierra, el pleito de Jehová; porque Jehová tiene pleito con su pueblo, y altercará con Israel. Pueblo mío, ¿qué te he hecho, o en qué te he molestado? Responde contra mí. Porque yo te hice subir de la tierra de Egipto, y de la casa de servidumbre te redimí; y envié delante de ti a Moisés, a Aarón y a María. Pueblo mío, acuérdate ahora qué aconsejó Balac rey de Moab, y qué le respondió Balaam hijo de Beor, desde Sitim hasta Gilgal, para que conozcas las justicias de Jehová. ¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios. La voz de Jehová clama a la ciudad; es sabio temer a tu nombre. Prestad atención al castigo, y a quien lo establece. 10 ¿Hay aún en casa del impío tesoros de impiedad, y medida escasa que es detestable? 11 ¿Daré por inocente al que tiene balanza falsa y bolsa de pesas engañosas? 12 Sus ricos se colmaron de rapiña, y sus moradores hablaron mentira, y su lengua es engañosa en su boca. 13 Por eso yo también te hice enflaquecer hiriéndote, asolándote por tus pecados. 14 Comerás, y no te saciarás, y tu abatimiento estará en medio de ti; recogerás, mas no salvarás, y lo que salvares, lo entregaré yo a la espada. 15 Sembrarás, mas no segarás; pisarás aceitunas, mas no te ungirás con el aceite; y mosto, mas no beberás el vino. 16 Porque los mandamientos de Omri se han guardado, y toda obra de la casa de Acab; y en los consejos de ellos anduvisteis, para que yo te pusiese en asolamiento, y tus moradores para burla. Llevaréis, por tanto, el oprobio de mi pueblo.

Mientras llega el momento de la feliz restauración, la conducta pecaminosa del pueblo sigue provocando una confrontación formal con la santidad del Señor. El pasaje de este día nos ofrece más luz acerca de la manera en la que Dios maneja esta clase de conflicto.
            Es impresionante descubrir cómo el Señor le pide a su pueblo que venga y plantee formalmente sus acusaciones en contra de Él. Así, se atreve a desafiar al pueblo para que le presenten pruebas, si las hay, de que Él ha faltado en algo al pacto que tiene con su pueblo. No las hay. Más bien es Dios quien tiene abundantes evidencias de su fidelidad para con ellos. En lugar de reclamarle al Señor por algún derecho que creamos tener, debemos repasar primero las numerosas y específicas muestras de su bondad infinita. Si lo hacemos, con seguridad nos quedaremos sin motivos para reclamar.
            Si Dios es infinitamente bondadoso y las muestras de su gracia son evidentes, entonces, ¿Qué podrá ser lo suficientemente digno para adorar a un Dios tan perfecto y santo? ¿Qué tipo de sacrificios, ofrendas u honores podemos ofrecer ante un Ser que es absolutamente soberano, santo y que ha dado pruebas abundantes de su misericordia? ¿Serán suficientes millares de sacrificios, todas mis posesiones, mi tiempo o la vida de mis seres más queridos? ¡El Señor ya lo ha revelado! Lo que Él demanda es una vida ética justa, valores internos que reflejen su misericordia y un corazón humilde ante Él. En pocas palabras, Él exige nuestra vida; que nuestras intenciones, nuestras acciones diarias y nuestro trato hacia los demás sean un reflejo de nuestro completo sometimiento a Él. De esta forma, nuestra forma de trabajar, de hacer negocios, de tratar a aquellos en necesidad o de tratar a nuestros hijos deben mostrar que estamos rendidos a su Nombre. El pasaje incluso afirma que los castigos tienen como propósito hacer que lleguemos a esa condición. Por eso el pueblo fue castigado. Sus valores no eran los del Señor, sino que siguieron los malos ejemplos del pasado. ¡Qué triste es seguir nuestra propia sabiduría!
¿Puedes hacer una lista de las bondades de Dios en tu vida? ¿Te permite esto vivir más satisfecho y confiado en Él? ¿Muestra tu conducta diaria tu humillación ante el Señor?


Señor, me comprometo a mantener relaciones de justicia y misericordia para con los demás como evidencia de que mi corazón está totalmente rendido a ti.

Sufrimiento y Tarjetas de Navidad

¿Qué le dices a una persona en Navidad cuando sabes que está sintiendo una tristeza muy grande? Es fácil envolverse en la alegría de las fiestas y olvidar que para muchos está será una época difícil de atravesar. Las posibilidades son varias:

1) Hacer como que si nada malo estuviera ocurriendo y más bien contagiar a quien sufre con el "espíritu navideño". Después de todo, se supone que esta es una época para celebrar. Sin embargo, pronto te das cuenta que esta alternativa muestra insensibilidad y hasta un poco de crueldad.

2) Si no sabes qué decir, entonces no dices nada. Te alejas prudentemente y esperas que se le pase la tristeza al que atraviesa el dolor. Muchos incluso dicen "Es que no soy bueno para estas cosas", por lo que se quedan callados. La verdad es que esta alternativa es solo parcialmente útil. Es cierto que es mejor el silencio que las palabras inadecuadas, pero si la persona es cercana a ti, más que palabras específicas, necesitará tu presencia y tu voz expresando amor de maneras claras, variadas y creativas.

3) Utilizas las conocidas frases: "Sé como te sientes", "te acompaño en tu pena" o alguna de sus variaciones. En realidad, quizá sea mejor el silencio que utilizar una de estas fórmulas prefabricadas y artificiales, sobre todo porque en el fondo no es verdad que sabes cómo se siente la otra persona, ya que las penas y tragedias y los sentimientos que provocan son únicas para cada persona.

4) Te dedicas a dar explicaciones teológicas o bíblicas de por qué sucede lo malo y qué clase de propósitos perfectos tiene el Señor en el mundo. Esta opción, aparte de ser fría y calculadora, hace que falles en tu afán de traer consuelo o fortaleza a la persona. Además, en la Biblia, Dios generalmente no da explicaciones complejas acerca de lo que sucede en el mundo. Lo que sí hace es que acompaña a los que sufren y llora con ellos, permitiendo misteriosamente lo malo, controlando sus efectos y a veces transformando las circunstancias de manera poderosa. La fe nos sostiene en medio de esas circunstancias.

5) Quizá lo mejor, en medio de todo, es dedicar un tiempo para reflexionar en las razones por las que la otra persona está triste y tratar de identificarse con su dolor, expresándolo a través de una nota, una tarjeta o una carta personal. Esto implica, por supuesto, apartar tiempo para pensar y ponerse en sus zapatos para comprender las luchas, los sentimientos y las dificultades que está enfrentado la persona. Luego, después de expresarlo de manera sincera y con claridad, es necesario hacer acto de presencia para apoyarla y realizar actos de bondad y misericordia para con ella. Así, podría ser que necesite comprar algo o quizá necesite realizar alguna acción que facilite el regreso a su vida diaria. Además, un "estoy contigo para lo que necesites" siempre se agradece.

De todas maneras, el dolor y el sufrimiento siempre están allí, pero cuando se atraviesa con seres amados alrededor, parece producirse un consuelo fortaleza espiritual que ofrecen algo de descanso y fuerzas para continuar. Si en esta Navidad tienes amigos, familiares o conocidos que están atravesando una situación difícil, quizá sea una buena oportunidad para seguir el consejo bíblico de "llorad con los que lloran" (Rom. 12:15). Esa también es una manera de honrar al Señor de la Navidad.

Estas reflexiones son producto de un artículo escrito por Kay Warren, esposa del famoso pastor y escritor Rick Warren, el cual lleva por título "Ya no envíen tarjetas de Navidad alegres", publicado por la revista Christianity Today. El artículo está en inglés y posee unas interesantes ideas escritas por una madre que perdió a su hijo Matthew, pero que la siguiente Navidad siguió recibiendo tarjetas alegres.

Aquí el enlace:

Artículo de Kay Warren: "Dejen de enviar tarjetas de Navidad alegres"

¿Cuál es la contraseña para obtener todo el poder de Jesús?


Publicado en "Líder Juvenil"
www.liderjuvenil.com

“¡En el nombre de Jesús reclamo…!” “¡Te ordeno en el nombre de Cristo…!”. Frases como esta parecen ser el símbolo de una iglesia triunfadora y llena de poder del Señor. Es como que si para acceder al poderío de Cristo deberíamos utilizar frases plenas de seguridad y hasta un poco de arrogancia, reflejando la autoridad que poseemos los hijos del Rey. Si hemos de ser honestos, todos en algún momento quisiéramos poseer esta capacidad para echar mano de la infinita potencia de Dios para transformar una indeseada y complicada realidad. En esta ocasión quisiera llevarte a evaluar, reconsiderar e incluso a desvirtuar varias de esas “claves secretas” comúnmente utilizadas para poner al alcance del creyente común el poder de Jesús.

El Nombre de Jesús
            Todos sabemos que el Nombre de Jesús es poderoso. Jesús mismo prometió que “en mi nombre echarán fuera demonios” y otros milagros. Es más, ¿quién no sabe que la oración debe hacerse “en el nombre de Jesús? ¿No es, entonces, el “nombre de Jesús” una contraseña segura para acceder al poder de Cristo? Considera las siguientes observaciones:
Primero, en la cultura judía, el “nombre” era más que solo una manera de llamar a las personas. El nombre significaba la persona misma. Así, por ejemplo, cuando el Antiguo Testamento nos llama a “bendecir el nombre de Jehová” (Sal. 96:2), a “invocar su nombre” (Sal. 116:4) o a “engrandecer el nombre de Jehová” (1 Cr. 17:24), simplemente nos está invitando a hacer esas actividades con Dios mismo; no con su “nombre”. En otras palabras, invocar el “nombre del Señor” significa, sencillamente, invocar al Señor y “engrandecer su nombre”, significa engrandecerlo a Él.
Segundo, cuando Jesús afirmó que había que orar “en su nombre” (Jn. 14:14; 16:24) o que los creyentes “en mi nombre echarán fuera demonios” o incluso, cuando el Nuevo Testamento dice que “en el nombre de Jesús se doble toda rodilla” (Fil 2:10), lo hace pensando en la persona de Jesús mismo y no tanto en las cinco letras (J-E-S-U-S) de su nombre. Así, entonces, orar “en el nombre de Jesús” no significa solo repetir el nombre como una especie de rezo mágico que va a desatar las bendiciones de lo alto. Significa orar sabiendo que somos representantes de Aquel que es digno de toda honra. Es como orar como que si Jesús mismo estuviera orando. Asimismo, cuando toda rodilla se doble ante el nombre de Jesús, no significa que se arrodillarán ante un gigantesco cartel que en letras luminosas anuncie un nombre, sino que todas las criaturas del universo reconocerán la majestad y superioridad de la persona de Jesús. Quiere decir, entonces, que el nombre de Jesús no es una contraseña para acceder a su poder, sino que representa al mismo Salvador y Señor.

La sangre de Jesús
             Una frase muy popular en las iglesias de hoy, sobre todo en medio de tanta inseguridad, es “que la sangre de Cristo nos cubra”. La sangre de Cristo es una de las “contraseñas” más habituales, y supuestamente más efectivas, para acceder al poder del Señor. Sin embargo, considera lo siguiente:
            Primero, la sangre de Jesús es sangre regular como la de cualquier ser humano. “¿Cómo puedes decir eso?”, quizá dirían algunos de ustedes. Pues sí. Si no fuera sangre común y corriente, entonces el sacrificio de Jesús no hubiese sido el de un auténtico ser humano y, según Anselmo, el famoso teólogo medieval, no sería posible aplicar los méritos de ese sacrificio a seres humanos. Si de alguna manera obtuviéramos un poco de sangre auténtica de Cristo, no tendríamos una fuente de poder mágico. Simplemente sería sangre humana. El poder de la sangre de Cristo (Heb. 9:14; 1 Jn. 1:7) no está en la sangre como elemento físico.
            Segundo, cuando la Biblia habla de la sangre de Jesús está usando una figura literaria que se llama “metonimia”, que consiste en referirse al material de lo que está hecho algo para referirse a ese algo. Por ejemplo, cuando decimos que “el púlpito evangélico debe mejorar” no estamos pensando en el púlpito como mueble físico de madera o vidrio, sino a la predicación en las iglesias locales. De la misma forma, “la sangre de Cristo” en realidad se refiere a la muerte sacrificial de Jesús. Cuando el Nuevo Testamento dice que la sangre de Cristo nos justifica (Rom. 5:9), nos purificará (Heb. 9:14), que nos da acceso al Padre (Heb. 10:19) o que nos limpia de todo pecado (1 Jn. 1:7) se refiere al poder purificador y redentor de la obra espiritual efectuada cuando Jesús murió en la cruz por nosotros. En este sentido, no se puede acceder a los méritos del sacrificio de Jesús repitiendo “la sangre de Jesús nos cubra” o algo así, como si fuera una frase cabalística como “abracadabra”. Por lo tanto, podemos decir que ésta tampoco es una contraseña secreta para desatar el poder del Señor.

Los medios verdaderos
            Técnicamente, no hay “contraseñas” o claves secretas para alcanzar el poder de Cristo. La Biblia habla acerca de al menos cuatro hechos acerca del poder divino:
Primero, el poder es de Dios y no está a la venta o en subasta y no es sujeto de manipulación al antojo de nadie. Solo Él es digno “de recibir la gloria, la honra y el poder” (Ap. 4:11) y su poder es infinito (Sal. 89:8). Simón el mago quiso comprar parte de ese poder y Pedro le respondió “que tu dinero perezca contigo”.
Segundo, a la vez, la Palabra de Dios afirma que Dios ha decidido compartir parte de su poder. Por ejemplo, el evangelio –las buenas nuevas de salvación– es poder de Dios (Rom. 1:16) y Dios, usando distintos medios, capacitó con poder a Sansón y otros líderes para hacer portentos y hacer cumplir la Voluntad Soberana del Señor. A la vez, los cristianos hemos recibido poder para testificar a todas las naciones acerca de Jesús y la salvación (Hch. 1:8).
Tercero, el poder de Jesús no fue compartido con nosotros para hiciéramos una especie de circo mediático espectacular y sobrenatural. Aunque nuestro Dios sigue haciendo milagros y maravillas, la Biblia dice que ese poder nos acompaña: 1) Para predicar y autenticar el evangelio (Hch. 1:8; 4:3; Rom. 15:19); 2) Para vivir fortalecidos en la santidad (Col. 1:10-11); 3) Para soportar los sufrimientos y dificultades (Fil. 4:13; 2 Cor. 12:9; Fil. 3:10).
Cuarto, en último caso, la forma adecuada de recibir el poder de Jesús es poniendo  nuestra fe y confianza en el sacrificio de Jesús y depender de los méritos de esa obra redentora a nuestro favor. Este acto se efectúa de manera decisiva en el momento de la salvación, pero debe ser experimentado también en el día a día del creyente. Por eso, en lugar de buscar claves secretas para obtener el poder del Señor, celebra que el poder de su sangre (es decir, su sacrificio) y de su Nombre (es decir, la persona de Jesús) ya están en tu vida, si eres un hijo de Dios. Luego, comienza a experimentar ese poder a través de tu testimonio de Cristo a otras personas, de identificar la bondad y la gracia del Señor en tu vida cotidiana y de depender del Señor a la hora de tomar decisiones diarias, pequeñas o grandes. ¡Así accederás al infinito poder del Señor!

Me gradué... Y ahora, ¿Qué voy a estudiar?


Siete consejos sobre la vocación, la voluntad de Dios y los estudios


Los compañeros comienzan a despedirse... se acercan los exámenes finales... hay que comprar el vestido de graduación... hay que hacer los últimos pagos... Todo este ambiente anuncia la llegada del momento agridulce del final de los estudios secundarios. La meta de la graduación está muy cerca. Sin embargo, hay otros pensamientos que asoman inoportunos: “Qué voy a estudiar ahora?”; “¿A qué me voy a dedicar?” “¿Por qué cuesta tanto decidir?”.

Los siguientes consejos tienen como propósito ayudarte en la delicada y emocionante decisión de tus estudios y tu vida futura.

1. Dale a esta decisión la importancia debida.

Esto significa que no debes relegar el tema a un segundo plano con la actitud de “cuando llegue a la ventanilla de la universidad voy a decidir”, aunque tampoco debe ser motivo de continuos desvelos.


2. Ora al Señor buscando su perfecta voluntad y dependiendo de él.

No menosprecies la oración. Recuerda que la Palabra de Dios nos anima a que “sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7).


3. Rodéate de buenos consejos y consejeros.

La Biblia enseña que “Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo; Mas en la multitud de consejeros se afirman” (Proverbios 15:22). Escucha el sano consejo de tus padres, de tus maestros del colegio o de líderes maduros de la iglesia. Sus palabras podrían ser una luz en un camino que se ve algo borroso y te ayudarán a tomar una mejor decisión.


4. Consigue toda la información que puedas:

(a) En muchas instituciones educativas de secundaria se ofrecen pruebas vocacionales que buscan descubrir y hacer patentes tus aptitudes, tus intereses y tus características como persona.

(b) Conoce las diferentes universidades que hay en la ciudad y consigue prospectos de las carreras que ofrecen. Averigua cuáles son los servicios que se ofrecen (biblioteca, transporte, fotocopias, librería, etc.) y, además, los costos del estudio y de esos servicios. Habla con amigos que estudian en distintas instituciones y pregunta acerca de las ventajas educativas, el nivel académico, las clases, el ambiente, etc.

(c) Con objetividad, analiza los límites que tienes y los obstáculos que te presenta el estudiar en tal o cual institución universitaria. Por ejemplo, si los costos son muy altos, si la universidad está muy lejos o si se exige cierto nivel de calificaciones que, quizá tú no tienes, analiza si debes trabajar para pagar los estudios, etc.


5. Usa criterios claros, basados en tus valores.

Los siguientes, son algunos criterios que puedes usar para evaluar una carrera:

(a) Escoge una carrera que te permita glorificar al Señor y servir a los demás: Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Colosenses 3:23-24).

(b) Escoge una carrera que te permita realizarte como persona y que te dé satisfacción en el trabajo: es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor” (Eclesiastés 3:13).

(c) Escoge una carrera que te dé constantes oportunidades de desarrollo profesional y no que te obliguen a estancarte.

(d) No escojas una carrera solamente por uno o varios de por los siguientes motivos:

Ø Porque esa es la carrera que estudiarán mis amigos.

Ø Porque esa carrera es más fácil.

Ø Porque es la que da más dinero.

Ø Porque es la carrera más corta.

Ø Aunque los motivos anteriores no son necesariamente malos, recuerda que está en juego una buena parte de tu vida futura. No escojas con base en motivaciones simplistas o egoístas.


6. Toma la decisión de buscar la excelencia en todo el trabajo que emprendas.

Esta actitud te permitirá estar listo para emprender retos nuevos con entusiasmo y carácter. En ese sentido, toma en cuenta lo siguiente:

Ø Ten cuidado al escoger una carrera muy nueva (recién iniciada). Puede ser que se cierre por falta de planificación o de estudiantes.

Ø Ten cuidado al escoger carreras con muchos estudiantes. En esas condiciones, la calidad académica baja y la competencia profesional es mucha. Podrías terminar en un mercado saturado de profesionales de esa carrera, lo cual disminuye tus posibilidades.

Ø Procura obtener cierta experiencia profesional mientras estudias, aunque sea en un empleo temporal o como asistente de algún profesional que está estudiando tu carrera.


7. Recuerda que el Señor quiere dirigirte, porque él tiene interés en todas las áreas de tu vida.

Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jeremías 29:11);

“Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos” (Salmo 32:8);

Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará. (Salmo 37:5).

Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas (Proverbios 3:5-6).



El humor y la fe: Una amistad productiva



(Artículo mío publicado en el libro "Humor y fe" de Ángel Darío Banegas)

En una esquina del mundo; en un lugar en donde se cruzan los caminos de la vida, se encontraron un día el humor y la fe. Fue uno de esos encuentros felices y providenciales que no dan lugar a pensar en la existencia del azar y la suerte. Ambos habían ya recorrido largas jornadas repartiendo sus generosas dádivas a los seres humanos que buscan la genuina felicidad. Su misión no siempre fue fácil. La fe, por un lado, había sido más de una vez rebajada a una serie de reglas dictadas por los mismos hombres pecadores e incapaces de darle su lugar. Otras veces había sido confundida con una ingenua simpleza o aun con la ignorancia. No siempre se le había permitido cumplir con su tarea de dar vida y esperanza a través de su Autor y Consumador.

El humor, por su parte, casi se había acostumbrado a ser manoseado. En su nombre se ha caído muchas veces en la vulgaridad y en la grosería. Se le había confundido con la burla, la discriminación y el mal gusto. En algunos círculos de fe casi se le había negado el derecho de entrada. En realidad, pocas veces había podido entregar su mensaje de optimismo permanente, ya que se le asociaba más con un arrebato de euforia momentánea que con un estilo de vida de sólido gozo. Ahora, a pesar de estas dificultades, ambos se encontraban frente a frente, dispuestos a emprender una rara pero fructífera amistad.

Habla el humor

El primero en hablar fue el humor. Tenía en su rostro la alegría ya típica en él, aunque ahora mezclada con un tono de curiosidad y algo de expectación. Movía mucho los brazos y en cada palabra ponía una nota de agudo ingenio que motivaba a sonreír.

“Eres más admirada que Miss Universo de visita en un país tercermundista” le dijo a la fe, con una sinceridad que se complementaba con sus ojos llenos de picardía. “Tienes muchas cosas buenas que ofrecer a los hombres, pero eres como una resolución de Año Nuevo: todos te alaban, pero muy pocos te son fieles hasta el fin. Siempre he querido conocerte porque me parece que tú logras dar la satisfacción que yo sólo alcanzo a proveer por unos momentos”. En sus palabras había una emoción que contagiaba y un entusiasmo que hacía olvidar la tristeza. “Ciertamente, los hombres no te buscan siempre, pero la verdad es que te necesitan, y mucho. Eres proveedora de esperanza ante las grandes tragedias; aquellos momentos en los que los humanos prefieren hacerme a un lado. Tú apuntas hacia el Verdadero, mientras que a mí me utilizan para hablar de muchos temas intrascendentes o incluso ofensivos”.

“Perfectamente yo podría decir que no soy digno de acercarme a ti. Sin embargo, la verdad es que tengo mucho qué aportar a tu noble tarea. En primer lugar, me enorgullezco de mi creatividad. Tú podrías pasar horas y días enteros denunciando que los padres no se comunican con sus hijos. Pero si presentas a un padre viendo un programa en un televisor y a su hijo, de espaldas, viendo otro programa en otro televisor, lograrás que los humanos se queden pensando en el concepto que deseabas comunicar. En pocas palabras, mi honorable amiga, puedes presentar muchas ideas valiosas utilizando mi capacidad creativa”. La fe escuchaba con interés, sin atreverse a interrumpir el entusiasta discurso de su nuevo amigo.

“A propósito”, prosiguió el humor, “he sabido que, en nombre de una dignidad mal entendida, hay personas que te han rodeado de una sombría seriedad que no siempre tiene relación con la sobriedad y formalidad de la que habla el Libro. Por mi parte, quizá necesito algo de sensatez, pero mírame. Exudo un contagioso optimismo que han perdido muchos de tus seguidores, quienes hasta fruncen el ceño como señal de piedad. En este sentido, si me permites, creo que los beneficios para ti serían enormes, ya que yo ayudaría a que los hombres te comprendieran mejor y vieran el lado jovial y optimista de tu valioso mensaje. Muchos aprenderían que ser aburrido no es sinónimo de ser fiel y que la risa también es parte de los atributos de una persona de fe”.

“Sé indulgente conmigo, amiga mía, y escúchame una vez más”. El humor sentía que podía aburrir a la fe. Sin embargo, ésta reflexionaba, fiel a su costumbre, en las palabras de este original personaje que la invitaba a establecer una inusual sociedad. El humor continuó entonces con su vivaz discurso, esta vez adoptando un tono más formal. “Sé que tu fin último es traer plenitud de vida a la humanidad. Ese es el deseo más íntimo de tu Creador y Promotor. Ahora, sería una distinción para mí que me permitieras agregar la fuerza de mi entusiasmo y el regocijo de mi ingenio a ese sublime propósito. Te prometo luchar contra la intrascendencia con la que me asocian los hombres. Me comprometo a utilizar mi creatividad, mi optimismo y mi agudeza para lograr que las personas piensen en los temas que tienen que ver contigo. ¡Puedo ser un poderoso aliado en tu esfuerzo por inculcar los valores eternos! ¡Puedo ser tu amigo de toda la vida!”.

Habla la fe

La fe estaba impresionada con la convicción en las palabras del humor. Ahora miraba con nuevos ojos a esta figura que representa la chispa y gracia humanas. Y como impulsada por una fuerza divina, la fe abrió sus labios para hablar. Su voz era serena; llena de sabiduría y esperanza.

“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”, dijo pensativa y citando al Dulce Maestro de maestros. Luego, después de una pausa que parecía agregar fuerza a sus palabras, agregó, “Quizá tú no lo recuerdas, pero mi Señor y tú ya se han encontrado”. Lo repentino de esa declaración hizo que el humor abriera los ojos como platos, en un gesto que hacía reír a quien lo viera. La fe continuó. “Estuviste presente cuando Él habló de camellos pasando por el ojo de una aguja o cuando le llamó ‘zorra’ a un engreído monarca. Tú fuiste la fuente de su optimismo cuando eligió a doce muchachos inseguros y llenos de defectos. Él echó mano de tu deleite cuando se regocijó en espíritu al ver los éxitos de sus seguidores. Por todo eso, podría decirse que tú y yo no hemos sido ajenos.”. El humor se regocijaba con cada sílaba que escuchaba. Poco a poco, su rostro se iluminaba mientras redescubría su valor y se veía a sí mismo con nuevos ojos. Con respeto, pero con un renovado entusiasmo, escuchó cómo la fe continuaba su discurso.

“Ahora bien, tu labor, aunque digna de mérito, podría recibir un impulso divino si aprovechas lo que yo tengo. En primer lugar, amigo humor, debes reconocer que muchos de tus esfuerzos por traer felicidad han sido pasajeros e insustanciales. Si eres mi aliado, yo podría darte la solidez y sustancia que necesitas. En lugar de regocijarte en los pecados de las personas, por ejemplo, podrías utilizar la ironía para denunciarlos de un modo que nunca se olvide y que estimule a vivir una vida más digna”.

“En segundo lugar, yo puedo proveer dirección y propósito a tus simpáticas risas. Podrías constituirte en un instrumento poderoso en las manos del Príncipe de los pastores, quien busca orientar y consolar a todos los que tienen el corazón quebrantado y el alma enferma. Por ejemplo, tú puedes reírte de aquellos que llevan una vida desenfrenada y descontrolada. Pero cuando explicas que esa vida sólo te llevará a un negro abismo sin Dios, estás dándole una dirección significativa a tu labor. ¿Te das cuenta? En lugar de hacerlos reír con el único propósito de que pasen un buen rato, nuestra alianza podría hacer que las sonrisas llevaran a los hombres a la Fuente de gozo verdadero: mi Señor y Salvador”.

“Por último, y como si lo anterior fuera poco, mi colorido amigo, yo puedo llenar tu identidad con toneladas de dignidad que proviene directamente de Aquel que es el único Digno. Ya no más obscenidad para hacer reír; ya no más crueles burlas para gozar; ya no más hablar en secreto de ti, como si fueras algo vergonzoso. Ahora serías un aliado de la fe y un siervo de Jesucristo de Nazaret. Serías un instrumento pedagógico de Dios; una munición en el arsenal de la decencia y la justicia; un recurso a favor de todo lo bueno y sano que tiene la naturaleza humana. Serías, en fin, un ser dignísimo”.

Desde hacía unos momentos, el humor se había dejado llevar por la emoción y saltaba, aplaudía y chillaba, presa de una alegría incontenible. Tales maravillas eran demasiado para él, acostumbrado a codearse con mentes ingeniosas pero banales; alegres pero triviales. Un nuevo mundo se abría ante los ojos de ambos; una nueva alianza surgía para servir a Dios y orientar a la humanidad.

“Sin embargo, tú y yo sufrimos la misma tragedia”. Ahora la fe mostraba una actitud algo sombría por primera vez. Hizo una pausa, para luego continuar. “Nuestros respectivos amigos nos han retratado como enemigos, sin serlo en verdad. Somos producto de la Gracia y la Providencia que fluyen de Aquel que desea cumplir el gozo de sus hijos. Ahora me doy cuenta de que una amistad entre nosotros es mucho más necesaria, por cuanto hombres y mujeres tienen la tendencia a escucharte a ti, pero es a mí a quien necesitan con más urgencia. Estoy dispuesta a ser una amiga fiel, que edifique tu fundamento y que reciba de ti la chispa y la vivacidad que ofreces. ¡Te ofrezco mi diestra de compañerismo y hermandad para que juntos traigamos gloria a Dios y felicidad a los seres humanos!”

La fe extendió su mano fraternal, acompañándola de una sonrisa firme y satisfecha. El compromiso era claro y oportuno. El humor, quien ya no podía controlar su emoción, se abalanzó sobre ella y le dio un abrazo sincero y lleno de euforia, exclamando, a la vez, “¡Sí, amiga mía! ¡Si! ¡Acepto este privilegio! ¡Somos un equipo en manos del Maestro! ¡Somos como dos lados de una sola moneda! ¡Somos siervos del Señor!”.

Y así, en aquel olvidado rincón del mundo, nació esta sociedad fructífera. En el cielo, las nubes parecían más blancas; el cielo más azul y el viento más suave. Era como si la creación le diera su aprobación a aquella inusitada amistad, la cual colaboraría con la transformación de vidas, de sociedades y de conciencias. Y mientras los nuevos amigos emprendían el camino con nuevos horizontes y nuevos desafíos, fundidos en un cálido abrazo fraternal, se escuchó una voz desde el cielo que decía: “¡Ay de vosotros, los que ahora reís! Porque lamentaréis y lloraréis. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis”. Amén

Comparte un comentario en Facebook

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...