"¡Detesto mi cuerpo!"


¿Eres de los que muchas veces sienten que su cuerpo es una mala tarjeta de presentación? Esa nariz gigantesca, esa propensión a desarrollar acné, esas piernas chuecas, esas libras de más o ese cabello tan rebelde nos hacen gritar desde el fondo del corazón: “¡Alto! ¡Quiero un cambio de cuerpo!”. La verdad es que casi todos nosotros, en algún momento de nuestras vidas, hemos sentido que odiamos el cuerpo que tenemos –o por lo menos algún aspecto de él. Además, casi todos cambiaríamos algo de nuestro aspecto físico, si pudiéramos. Sin embargo, existe una línea no siempre muy bien definida entre el deseo de cambiar algo de la apariencia física y el aborrecer del todo nuestro cuerpo.

1. ¿Qué causa que lleguemos a detestar nuestro cuerpo?

A) La influencia de los medios y las modas. La publicidad actual ha hecho un énfasis exagerado en cierto tipo de persona a la que se califica de “atractiva”. La persona alta y delgada, de ojos azules y cabello rubio. Sin embargo, recuerda que estas imágenes están basadas en criterios mercantilistas y de ventas; no tanto –o no siempre– en la realidad. Además, los criterios de belleza son cambiantes. Quizá dentro de unos años la delgadez sea sinónimo de enfermedad y no de atractivo.

B) Las burlas de malos amigos. ¡Qué crueles pueden ser algunas personas! Para ellas, es muy fácil hablar mal sobre “ese gordo” o “aquella narizona”. Sin embargo, recuerda que si alguien se burla de tu cuerpo, ten la seguridad de que no se trata de un buen amigo, porque los buenos amigos se aceptan tal y como son. Además, no se ríen a costillas tuyas.

C) Comparación con amigos o conocidos considerados “atractivos”. “¿Por qué no soy como Susana (o cualquier nombre)?” Esa raíz de envidia puede enviarte directamente a un pozo que se llama frustración. La verdad es que tú no necesitas compararte con nadie. Eres especial así como eres; eso es lo que Dios dice.

D) Un estilo de vida no saludable. Por supuesto, el exceso de peso es un peligro para tu salud, aparte de ser un obstáculo en tu atractivo físico. El consumir golosinas en exceso, bebidas gaseosas, comidas rápidas, exceso de grasa, etc., te llevará, no sólo a verte mal y poco atractivo, sino que también afectará seriamente tu salud. La automedicación o el ignorar las enfermedades también son riesgos para la salud y para tu aspecto físico.

E) Una excesiva atención a lo externo. Es posible que estés ocupando demasiado tiempo en autocompadecerte solamente por unos pies grandes o unos ojos muy pequeños. ¿Y qué de tus cualidades internas? ¿Ya pensaste en ellas? ¿Te has tomado el tiempo de apreciarlas y cultivarlas?

F) Malos sentimientos o mala conciencia. A algunas personas se les nota en el rostro cuando están llenos de amargura y rencor. Si hay pecados sin confesar en tu vida o si hay relaciones rotas o conflictos sin resolver, debes esperar que tu apariencia general se vea afectada y tu actitud ante la vida sea negativa.


2. ¿Qué dice Dios acerca de tu cuerpo?

a) Eres creación perfecta de Dios. El Salmo 139 afirma: “Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!”. ¿Te das cuenta? Parte de las maravillas de Dios es tu cuerpo. Él mismo te hizo, como dice el salmista “formidables y maravillosas” son las obras del Señor al crearte tal y como eres. Eso implica que no hay otro igual a ti. ¡Qué maravilla!

b) Fuiste hecho a imagen de Dios. Génesis 1:27 afirma: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Además de ello, más adelante, el v. 31, dice: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. ¡Tú estás en esa evaluación! ¡Imagínate! Dios comparte contigo parte de su ser como persona. Tus características morales, espirituales, sociales, creativas, etc., son parte de la Persona misma de tu creador. Aunque, por supuesto, la imagen de Dios no incluye el cuerpo (puesto que él no lo tiene, ya que es Espíritu), sí es emocionante pensar que compartimos características que Dios tiene. ¡Eso nos hace sumamente especiales como personas y como raza humana!

c) Eres muy valioso. Mateo 10:29-31 dice así: “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos”. Si Dios se encarga de cuidar a toda su creación, es decir, los animales, las plantas y la naturaleza, Jesús afirma que tú y yo valemos mucho más que ellos.

d) Tu cuerpo es sagrado. 1 Corintios 6:19-20 dice: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo”. La idea de que el cuerpo es templo del Espíritu señala la santidad de tu cuerpo. No puedes hacer con él lo que se te antoje o abusar de él. Es de Dios, ya que él te compró a un precio muy alto: la vida de Su Hijo.

e) Con tu cuerpo sirves a Dios y a los demás. Romanos 12:1: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”. Es interesante notar que Pablo no nos ruega presentar los espíritus en sacrificio vivo, sino los cuerpos. Esto habla acerca de la función del cuerpo en servir al Señor. Por lo tanto, lejos de ser despreciable, tu cuerpo es una herramienta para bendecir a Dios y para ayudar en las necesidades de los demás. ¡Úsalo para la gloria del Señor!


f) Tu atractivo debe ser, primeramente, interno. 1 Timoteo 2:9-10 y 1 Pedro 3:4 hacen una lista de lo que debe ser el atavío (se dirige a las mujeres, pero creo que los principios son aplicables a los varones también): ropa decorosa, pudor, modestia, buenas obras; espíritu afable y apacible. Que tu apariencia siempre refleje estos valores y entonces, Dios te considera una persona sumamente atractiva.


3. ¿Qué puedes hacer para comenzar a amar tu cuerpo?


  • Da gracias a Dios por haberte dado tu cuerpo. Hazlo en este momento y comienza a experimentar el gozo de la gratitud.

  • Enfoca tu atención y tus energías en servir a los demás. Busca a alguien en necesidad y presta tu auxilio desinteresado y amigable. De esta manera, comenzarás a ver tus propias fortalezas y cualidades en el servicio a otros.

  • Si escuchas comentarios burlescos en relación con tu apariencia, tómalos a la ligera y con un toque de humor. Las personas que no se toman demasiado en serio son más atractivas que las que se ofenden por todo. Además, si los que se burlan te ven afectado, enojado u ofendido, el resultado será, en muchos casos, contraproducente; es decir, se seguirán burlando para provocarte.

  • Cultiva amistades genuinas con personas que te amen y te acepten tal y como eres.
    Recuerda que la perfección absoluta sólo corresponde a Dios. De hecho, hay que decir que tus defectos –aun algunos físicos– son parte de tu personalidad y te definen como individuo. Por lo tanto, aprende a apreciarlos. Obviamente, si hay aspectos físicos o de conducta que se pueden cambiar, hay que hacerlo, pero recuerda que nunca estarás libre de defectos.

  • En cuanto a tu apariencia, hay cosas que puedes cambiar y hay otras que no. Haz un esfuerzo por mejorar lo que está a tu alcance. Considera los siguientes consejos:


  1. Cuida tus hábitos alimenticios. Procura comer sano y a tiempo. Evita las golosinas y las comidas con exceso de grasa, entre otras cosas.

  2. Haz ejercicios moderada y regularmente.

  3. Controla tu peso, no de manera obsesiva, sino buscando sentirte bien contigo mismo.

  4. Procura cuidar tu presentación personal:

  5. Vístete con modestia, sin exhibicionismos innecesarios.

  6. Mantén tu ropa limpia, planchada y de acuerdo a la ocasión.

  7. Toma un baño regularmente; limpia tus dientes después de las comidas; lávate el cabello con regularidad.

  8. Visita al médico y al dentista con regularidad; no solamente cuando estás enfermo. Es mejor la medicina preventiva que la curativa, y además eso ayudará en tu aspecto general.

  9. Cambia tu actitud ante la vida: sé optimista.


  • Lee buenos libros. Es increíble cómo mejora la imagen de las personas con los conocimientos generales.

  • Mírate en el espejo y haz una lista de las cosas buenas que tienes físicamente. Considera las que puedes mejorar y piensa en la manera en que lo harás. Esto te ayudará a establecer un “estándar personal de atractivo”, que no esté basado en el cine o la TV, sino en tu propio cuerpo. Por supuesto, recuerda no poner metas inalcanzables, sino realistas, basadas en tu propio atractivo y tus fortalezas.

  • Ten cuidado con las cirugías estéticas. Aunque claro, en muchos casos extremos (quemaduras, accidentes, defectos graves) son una buena alternativa, hay que estar conscientes que, además de ser muy caras, conllevan riesgos y, de todas maneras, no eliminan los complejos de inferioridad.

¡Ya no creo que exista la fidelidad!


¿Cuántas veces te han defraudado? Quizá un amigo divulgó un secreto que tú, tan cándidamente le habías confiado. Quizá ese líder cristiano que tanto admirabas tuvo una explosión de ira, mostrando cuál es su verdadero carácter. Quizá tu novio cristiano te abandonó por otra chica, aunque eso no le impide continuar con su imagen de gran líder en la iglesia. Sea cual sea el motivo, ¿no es cierto que cada día es más difícil creer en la existencia de la fidelidad? Es que, una cosa es leer que Dios era fiel en la época bíblica. Otra, muy diferente, es aceptar que en este mundo de deslealtad, eso aún sea cierto. Para ti que estás defraudado y listo para abandonar la esperanza de encontrar fidelidad a tu alrededor, considera las siguientes preguntas.

1) ¿Ha dejado Dios de ser fiel?
No te estoy invitando a abandonar tus quejas de manera hipócrita y simplista. Tampoco pretendo “defender a Dios” como si Él necesitara la defensa de seres insignificantes como nosotros. Sin embargo, antes de contestar que “sí” a la pregunta, piensa: ¿de verdad estás dispuesto a contradecir textos tales como Dt. 7:9, “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman…”? Considera si es seguro abandonar a aquel que afirma fidelidad en toda circunstancia o si es mejor aferrarse a Él en los momentos en los que todos los demás parecen huir.

2) ¿Estás tú dispuesto a ser fiel?
A veces es más fácil señalar las fallas de otros, en lugar de reafirmar mi carácter fiel a pesar de las situaciones difíciles. Recuerda que el carácter de un héroe surge en los momentos de dificultad, no tanto de alegría. Con razón, el Señor Jesús le pidió a los creyentes de Esmirna que fuesen fieles “hasta la muerte” (Ap. 2:10). Lee todo el texto y repasa en tu mente las palabras “cárcel… pruebas… tribulación… muerte”. Es en esas condiciones que el Señor requiere fidelidad a Él. Así que, en el momento de traición de un amigo o de decepción por actitudes de otros creyentes, ¡es momento de apretar los dientes y ratificar tu lealtad a Cristo! Esa actitud traerá una nueva disposición a tu vida y te llenará de esperanza y valor.

3) ¿La infidelidad es una conducta constante en los demás?
Debes tener en cuenta que todos los seres humanos, por naturaleza, somos infieles (Rom. 3:10-12). Por muy buenos amigos que tengas, tarde o temprano, ellos (y tú también) pecarán de palabra o de hecho; por comisión o por omisión. Entonces, la pregunta no es si te han fallado o si tú has fallado, ya que estoy seguro de que la respuesta es “sí”. La cuestión es determinar si las fallas son habituales o si se dio en una situación específica. Si es este último el caso, quizá hay esperanza de lograr una restauración de la relación o una actitud de perdón hacia esa persona. Si es una conducta constante, aunque igual debes perdonar, quizá debas comprender que lo mejor para ti es dar por terminada la relación con esa persona. De cualquier manera, una situación así no implica que debes perder la esperanza y la confianza en las personas.

4) ¿Todas las personas que conoces son infieles?
Aunque en momentos de desilusión, cuando alguien te falló, tienes unas profundas ganas que gritar “¡¡SÍ!!” a esta pregunta, debes reconocer que eso no sería ni cierto ni justo. La verdad es que las personas fallan, pero no todos somos iguales. Piensa en cinco personas que te aman y te aceptan tal y como tú eres. Debes reconocer que ellos muestran fidelidad hacia ti, aunque también son falibles. Da gracias a Dios por personas como estas.

5) ¿Has intentado ayudar a alguien hoy?
Quizá preguntes, “¿Y qué tiene que ver eso con los infieles que me han herido?”. Ahora te lo explico. Una de las mejores terapias para superar un daño emocional es enfocar nuestras energías en ayudar a otros que están en situaciones similares. De esa manera, nuestros problemas se colocan en una mejor perspectiva, e incluso pensamos en alternativas de solución para ellos. Si no me crees, ¡inténtalo! Busca a esa persona que te comentó que está triste y desanimada. Infórmate sobre sus sentimientos y circunstancias y trata de darle unas palabras de ánimo y consuelo. Por supuesto, no hablo de enredarte en una situación de confusas emociones, sino de ayudar de manera sincera y oportuna a alguien en necesidad. Recuerda que si no funciona, no has perdido nada; tus problemas te estarán esperando como siempre, pero si funciona, habrás encontrado una puerta de salida para tu desilusión y un medio para bendecir a otro.

Es fácil desilusionarse por la infidelidad de otras personas. Sin embargo, Dios desea que salgas de tu cascarón de aflicción y seas un fiel agente de esperanza y consuelo para los demás. Confía en Dios, quien siempre será fiel, a pesar de nuestra impiedad. Muéstrale al mundo que aún vale la pena confiar en las personas. Reaviva la esperanza y pon en acción tu capacidad de dar esperanza, imitando a Aquel que fue fiel hasta la muerte por nosotros.

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