¡Ya no creo que exista la fidelidad!


¿Cuántas veces te han defraudado? Quizá un amigo divulgó un secreto que tú, tan cándidamente le habías confiado. Quizá ese líder cristiano que tanto admirabas tuvo una explosión de ira, mostrando cuál es su verdadero carácter. Quizá tu novio cristiano te abandonó por otra chica, aunque eso no le impide continuar con su imagen de gran líder en la iglesia. Sea cual sea el motivo, ¿no es cierto que cada día es más difícil creer en la existencia de la fidelidad? Es que, una cosa es leer que Dios era fiel en la época bíblica. Otra, muy diferente, es aceptar que en este mundo de deslealtad, eso aún sea cierto. Para ti que estás defraudado y listo para abandonar la esperanza de encontrar fidelidad a tu alrededor, considera las siguientes preguntas.

1) ¿Ha dejado Dios de ser fiel?
No te estoy invitando a abandonar tus quejas de manera hipócrita y simplista. Tampoco pretendo “defender a Dios” como si Él necesitara la defensa de seres insignificantes como nosotros. Sin embargo, antes de contestar que “sí” a la pregunta, piensa: ¿de verdad estás dispuesto a contradecir textos tales como Dt. 7:9, “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman…”? Considera si es seguro abandonar a aquel que afirma fidelidad en toda circunstancia o si es mejor aferrarse a Él en los momentos en los que todos los demás parecen huir.

2) ¿Estás tú dispuesto a ser fiel?
A veces es más fácil señalar las fallas de otros, en lugar de reafirmar mi carácter fiel a pesar de las situaciones difíciles. Recuerda que el carácter de un héroe surge en los momentos de dificultad, no tanto de alegría. Con razón, el Señor Jesús le pidió a los creyentes de Esmirna que fuesen fieles “hasta la muerte” (Ap. 2:10). Lee todo el texto y repasa en tu mente las palabras “cárcel… pruebas… tribulación… muerte”. Es en esas condiciones que el Señor requiere fidelidad a Él. Así que, en el momento de traición de un amigo o de decepción por actitudes de otros creyentes, ¡es momento de apretar los dientes y ratificar tu lealtad a Cristo! Esa actitud traerá una nueva disposición a tu vida y te llenará de esperanza y valor.

3) ¿La infidelidad es una conducta constante en los demás?
Debes tener en cuenta que todos los seres humanos, por naturaleza, somos infieles (Rom. 3:10-12). Por muy buenos amigos que tengas, tarde o temprano, ellos (y tú también) pecarán de palabra o de hecho; por comisión o por omisión. Entonces, la pregunta no es si te han fallado o si tú has fallado, ya que estoy seguro de que la respuesta es “sí”. La cuestión es determinar si las fallas son habituales o si se dio en una situación específica. Si es este último el caso, quizá hay esperanza de lograr una restauración de la relación o una actitud de perdón hacia esa persona. Si es una conducta constante, aunque igual debes perdonar, quizá debas comprender que lo mejor para ti es dar por terminada la relación con esa persona. De cualquier manera, una situación así no implica que debes perder la esperanza y la confianza en las personas.

4) ¿Todas las personas que conoces son infieles?
Aunque en momentos de desilusión, cuando alguien te falló, tienes unas profundas ganas que gritar “¡¡SÍ!!” a esta pregunta, debes reconocer que eso no sería ni cierto ni justo. La verdad es que las personas fallan, pero no todos somos iguales. Piensa en cinco personas que te aman y te aceptan tal y como tú eres. Debes reconocer que ellos muestran fidelidad hacia ti, aunque también son falibles. Da gracias a Dios por personas como estas.

5) ¿Has intentado ayudar a alguien hoy?
Quizá preguntes, “¿Y qué tiene que ver eso con los infieles que me han herido?”. Ahora te lo explico. Una de las mejores terapias para superar un daño emocional es enfocar nuestras energías en ayudar a otros que están en situaciones similares. De esa manera, nuestros problemas se colocan en una mejor perspectiva, e incluso pensamos en alternativas de solución para ellos. Si no me crees, ¡inténtalo! Busca a esa persona que te comentó que está triste y desanimada. Infórmate sobre sus sentimientos y circunstancias y trata de darle unas palabras de ánimo y consuelo. Por supuesto, no hablo de enredarte en una situación de confusas emociones, sino de ayudar de manera sincera y oportuna a alguien en necesidad. Recuerda que si no funciona, no has perdido nada; tus problemas te estarán esperando como siempre, pero si funciona, habrás encontrado una puerta de salida para tu desilusión y un medio para bendecir a otro.

Es fácil desilusionarse por la infidelidad de otras personas. Sin embargo, Dios desea que salgas de tu cascarón de aflicción y seas un fiel agente de esperanza y consuelo para los demás. Confía en Dios, quien siempre será fiel, a pesar de nuestra impiedad. Muéstrale al mundo que aún vale la pena confiar en las personas. Reaviva la esperanza y pon en acción tu capacidad de dar esperanza, imitando a Aquel que fue fiel hasta la muerte por nosotros.

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