Gracia y Fuego


Publicado en "El Encuentro con Dios"
de la Unión Bíblica

Hebreos 12:18-29

(18) Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, (19) al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, (20) porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; (21) y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando; (22) sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, (23) a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, (24) a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel. (25) Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. (26) La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. (27) Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. (28) Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; (29) porque nuestro Dios es fuego consumidor. 


            Un Dios imponente pero cercano. En el monte Sinaí, el Señor se manifestó a Israel de manera impresionante. Fuego, tinieblas y tempestad, además de una voz sublime eran la carta de presentación de un Dios aplastantemente superior que incluso provocaba terror en su siervo más cercano, Moisés. Sin embargo, esa exhibición de poder no contradice el hecho de que el Señor se había acercado a su pueblo. De hecho, este evento se dio para entregar la Ley; uno de los beneficios más importantes que recibiría Israel. En otras palabras, para acercarse a su pueblo, el Dios de fuego tuvo que establecer rigurosas reglas para que nadie se acercara más de lo debido, a riesgo de sufrir terribles consecuencias. Tan perturbadora era la escena que el pasaje les recuerda a los lectores que no es a ese Dios a quien se acercarían hoy. Y sin embargo, esa imagen fue muy real. Nuestro Dios es así de majestuoso y poderoso. Incluso, esa realidad exalta aún más la gracia que mostró a su pueblo.
            Un Dios de gracia pero temible. El pasaje señala que ahora tenemos la oportunidad de acercarnos a un Dios que nos recibe con amor. Ahora aparece Sión, la ciudad celestial y la compañía de ángeles y justos. El panorama es mucho más agradable y acogedor. El texto anima a los lectores a acercarse con confianza a este Dios de gracia. Sin embargo, hay una advertencia. Si los creyentes nominales desechan al Señor, no habrá escapatoria posible, ya que este Dios sigue siendo Juez; sigue advirtiendo desde los cielos; sigue teniendo el poder para remover la tierra y los cielos… sigue siendo “fuego consumidor”. Con razón, la conclusión es que debemos servirle con temor reverente y vivir agradecidos por su gracia para con nosotros. ¡Esta es una imagen más completa del Señor! Él es gracia, pero también fuego; es Salvador, pero también Juez. ¡Qué privilegio servirlo y amarlo!



¿Estás consciente de que sirves a un Dios majestuoso? ¿Cómo evidencias ese conocimiento en tu relación con Él? ¿Las palabras “temor reverente” reflejan tu actitud ante el Dios al que sirves?


Señor, confieso que eres infinitamente superior. Gracias porque, además, me das el privilegio de adorarte, amarte y servirte. Ayúdame a mostrar siempre reverencia ante tu majestuoso Nombre.

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