Me gradué... Y ahora, ¿Qué voy a estudiar?


Siete consejos sobre la vocación, la voluntad de Dios y los estudios


Los compañeros comienzan a despedirse... se acercan los exámenes finales... hay que comprar el vestido de graduación... hay que hacer los últimos pagos... Todo este ambiente anuncia la llegada del momento agridulce del final de los estudios secundarios. La meta de la graduación está muy cerca. Sin embargo, hay otros pensamientos que asoman inoportunos: “Qué voy a estudiar ahora?”; “¿A qué me voy a dedicar?” “¿Por qué cuesta tanto decidir?”.

Los siguientes consejos tienen como propósito ayudarte en la delicada y emocionante decisión de tus estudios y tu vida futura.

1. Dale a esta decisión la importancia debida.

Esto significa que no debes relegar el tema a un segundo plano con la actitud de “cuando llegue a la ventanilla de la universidad voy a decidir”, aunque tampoco debe ser motivo de continuos desvelos.


2. Ora al Señor buscando su perfecta voluntad y dependiendo de él.

No menosprecies la oración. Recuerda que la Palabra de Dios nos anima a que “sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7).


3. Rodéate de buenos consejos y consejeros.

La Biblia enseña que “Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo; Mas en la multitud de consejeros se afirman” (Proverbios 15:22). Escucha el sano consejo de tus padres, de tus maestros del colegio o de líderes maduros de la iglesia. Sus palabras podrían ser una luz en un camino que se ve algo borroso y te ayudarán a tomar una mejor decisión.


4. Consigue toda la información que puedas:

(a) En muchas instituciones educativas de secundaria se ofrecen pruebas vocacionales que buscan descubrir y hacer patentes tus aptitudes, tus intereses y tus características como persona.

(b) Conoce las diferentes universidades que hay en la ciudad y consigue prospectos de las carreras que ofrecen. Averigua cuáles son los servicios que se ofrecen (biblioteca, transporte, fotocopias, librería, etc.) y, además, los costos del estudio y de esos servicios. Habla con amigos que estudian en distintas instituciones y pregunta acerca de las ventajas educativas, el nivel académico, las clases, el ambiente, etc.

(c) Con objetividad, analiza los límites que tienes y los obstáculos que te presenta el estudiar en tal o cual institución universitaria. Por ejemplo, si los costos son muy altos, si la universidad está muy lejos o si se exige cierto nivel de calificaciones que, quizá tú no tienes, analiza si debes trabajar para pagar los estudios, etc.


5. Usa criterios claros, basados en tus valores.

Los siguientes, son algunos criterios que puedes usar para evaluar una carrera:

(a) Escoge una carrera que te permita glorificar al Señor y servir a los demás: Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Colosenses 3:23-24).

(b) Escoge una carrera que te permita realizarte como persona y que te dé satisfacción en el trabajo: es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor” (Eclesiastés 3:13).

(c) Escoge una carrera que te dé constantes oportunidades de desarrollo profesional y no que te obliguen a estancarte.

(d) No escojas una carrera solamente por uno o varios de por los siguientes motivos:

Ø Porque esa es la carrera que estudiarán mis amigos.

Ø Porque esa carrera es más fácil.

Ø Porque es la que da más dinero.

Ø Porque es la carrera más corta.

Ø Aunque los motivos anteriores no son necesariamente malos, recuerda que está en juego una buena parte de tu vida futura. No escojas con base en motivaciones simplistas o egoístas.


6. Toma la decisión de buscar la excelencia en todo el trabajo que emprendas.

Esta actitud te permitirá estar listo para emprender retos nuevos con entusiasmo y carácter. En ese sentido, toma en cuenta lo siguiente:

Ø Ten cuidado al escoger una carrera muy nueva (recién iniciada). Puede ser que se cierre por falta de planificación o de estudiantes.

Ø Ten cuidado al escoger carreras con muchos estudiantes. En esas condiciones, la calidad académica baja y la competencia profesional es mucha. Podrías terminar en un mercado saturado de profesionales de esa carrera, lo cual disminuye tus posibilidades.

Ø Procura obtener cierta experiencia profesional mientras estudias, aunque sea en un empleo temporal o como asistente de algún profesional que está estudiando tu carrera.


7. Recuerda que el Señor quiere dirigirte, porque él tiene interés en todas las áreas de tu vida.

Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jeremías 29:11);

“Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos” (Salmo 32:8);

Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará. (Salmo 37:5).

Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas (Proverbios 3:5-6).



Perspectivas para comprender la esencia del discipulado


(Artículo mío publicado en la revista Líder Juvenil (www.liderjuvenil.com))

Matías es un joven que creció en un hogar cristiano. Él es parte de un grupo juvenil exitoso en una iglesia considerada más o menos exitosa en su ciudad. Como parte de la estrategia para la formación de líderes, Matías fue invitado a ser parte de uno de los grupos de crecimiento de su iglesia. Se estaba utilizando un libro de trabajo doctrinalmente sólido y juvenil en su perspectiva. Además, las reuniones eran animadas y participativas. Por dos años y medio, Matías asistió y participó en los ejercicios que el material utilizado le pedía.

Un día, Matías decidió irse a la capital a seguir estudios universitarios. El grupo de crecimiento le hizo una reunión de despedida, el pastor de jóvenes lo pasó al frente y afirmó que “este es uno de los jóvenes que representará a Jesucristo y a nuestra iglesia de maneras eficaces en dondequiera que vaya”. Sin embargo, dos meses después, el grupo de jóvenes escuchó que Matías había dejado de asistir a la iglesia en la otra ciudad. Unas semanas después, el pastor de jóvenes se encontró con él en la calle y le preguntó cómo le iba en sus estudios y en su relación con Dios. Con un tono que no llegaba a ser de disculpa, Matías le dijo: “Mire, pastor. La verdad es que recuerdo con cariño las reuniones que teníamos, y el material que estudiamos era muy bonito, pero creo que ya esa es una etapa de mi pasado. Ahora tengo que preocuparme por mis estudios y por salir adelante en cosas más reales, como buscar trabajo. Si quiere, puede orar por mí, ya que creo que mi relación con Dios está fría”.

Andrés es un joven que creció en la calle. Su papá se había ido a Estados Unidos hacía un par de años. Su mamá vendía ropa usada para sostener a sus cuatro hijos, dos de los cuales ya hablaban sobre irse “al norte”. Su mejor amigo era Pablo “El Flaco”, un muchacho mayor que él y que ya se había metido en problemas con la policía varias veces. Andrés y el Flaco pasaban juntos casi todo el día platicando, contando chistes y buscando maneras de conseguir dinero fácil o de gastar el que el papá de Andrés le enviaba.
Casi un año después, la policía se enfrentó a tiros con los dos muchachos por sospecha de posesión de drogas. El Flaco se defendió con furia demoniaca hasta que una ráfaga de balas le arrebató la vida. Andrés fue capturado vivo y, en medio de gritos rabiosos, maldecía a los policías, a los periodistas y a quien se pusiera en frente. Unas horas después, mientras era interrogado, el detective le preguntó: “¿Es tu nombre Andrés Montoya?”. Con una mirada de odio y una sonrisa cínica, Andrés respondió: “Puedes llamarme ‘El hijo del Flaco’”.

No hace falta analizar mucho para saber en cuál de los dos casos hubo un verdadero discipulado. Ambas historias son técnicamente ficticias, pero representan, mayormente, la práctica discipular que existe a nuestro alrededor. Muchos jóvenes llevan vidas “correctas” delante de sus líderes, y aprenden a aparentar madurez y a jugar el juego del “buen discípulo”, pero la verdad es que, sus convicciones resultan poco menos que un mero formalismo religioso; sin significado real. A la vez, existe otra clase de formación; una menos formal, pero más efectiva: la de las relaciones significativas; la del discipulado real. Es por ello que en esta ocasión, se buscará observar el discipulado desde dos perspectivas diferentes: la bíblica y la práctica para obtener una idea más adecuada del concepto y así refinar las estrategias resultantes.


El concepto de discípulo en la Biblia
En el Antiguo Testamento. La palabra hebrea para discípulo es limmud, la cual aparece raramente en el Antiguo Testamento (véase Is. 8:16 y 1 Cr. 25:8). A pesar de ello, por supuesto, el concepto no era desconocido en la época. De hecho, la práctica de aprender bajo la tutela de otra persona está presente en muchas ocasiones. Véase los muy ilustrativos ejemplos a continuación.

a) Moisés y Josué. Es interesante que en varias ocasiones Josué es llamado “servidor de Moisés” (Ex. 24:13; 33:11; Jos. 1:1) o “ayudante de Moisés” (Núm. 11:28). Incluso, Dios mismo reconoce el vínculo que tienen y, cuando habla con Moisés acerca de su sucesor, se refiere a Josué como “el cual te sirve” (Dt. 1:38). Al parecer la relación entre ambos era de mucha confianza, al extremo que Moisés es quien le cambia el nombre de Oseas a Josué (Núm. 13:16). Cuando ya estuvo listo, el líder lo presenta como su sucesor ante la congregación, por mandato de Dios (Núm. 27:16-23; Dt. 34:9). Es interesante que lo que Dios le ordena que haga con Josué es animarlo y fortalecerlo y eso fue lo que hizo (Dt. 1:38; 3:28; 31:7, 23).

b) Elías y Eliseo. En este caso, fue Dios quien le ordenó a Elías que nombrara su sucesor a Eliseo. Lo primero que hizo, cuando lo halló, fue echar su manto sobre él (1 R. 19:19), en un gesto que posiblemente indicaba la investidura y llamamiento para el oficio de profeta. Que así lo entendió Eliseo se observa en el hecho de que pidió permiso para despedirse de su familia (19:20) y, luego, en una acción que indicaba entrega radical, mató los bueyes y utilizó el arado para cocer su carne y celebrar el inicio de una nueva vida. Luego, “fue tras Elías y le servía” (1 R. 19:21). Tres veces se prueba la disposición de Eliseo de permanecer con Elías (2 R. 2:2, 4, 6) y cada vez mostró una firme lealtad y compromiso hacia su padre espiritual. Más aún, cuando su separación estaba cerca le pidió una “doble porción de tu espíritu”; es decir, lo que correspondía al hijo mayor de la familia (Dt. 21:17). En otras palabras, Eliseo pidió ser reconocido como el sucesor legítimo de Elías y así poseer un ministerio caracterizado por el poder de su líder, lo cual le fue concedido por el Señor. La influencia de uno sobre otro se aprecia en el hecho de que, en muchas ocasiones, los estudiosos de la Biblia y la historia israelita se refieren a esta como la época de Elías y Eliseo.

c) Padres con sus hijos. En el Antiguo Testamento, se esperaba que los formadores fundamentales del carácter y las convicciones de los hijos fueran los padres. Desde la fiesta de la Pascua celebrada en el seno familiar (Ex. 12), pasando por Deuteronomio 6:6-9, hasta los prácticos Proverbios (1:8; 6:20; 13:1; 15:5, 20; 23:2, etc.), se esperaba que la enseñanza y el modelo de vida proviniera, no principalmente de los maestros oficiales, sino del hogar como primera escuela de discipulado. Las enseñanzas del templo y de los levitas debían funcionar solamente como apoyo y complemento de lo que los padres hacían.

En el Nuevo Testamento. El término usado en el Nuevo Testamento es el griego mathetés, que significa simplemente, un aprendiz o alumno. La palabra se encuentra 262 veces en el Nuevo Testamento, todas en los Evangelios y Hechos. Lo anterior hace recordar que el tema del discipulado como tal es típico del ministerio de Jesús y sus apóstoles. Nótese las siguientes observaciones:

a) Los primeros seguidores de Jesús entendían el concepto de seguir a un maestro. No era, estrictamente hablando, algo nuevo para ellos. Ellos habían oído de los discípulos de Moisés (Jn. 9:28), de los de Juan el Bautista (Mr. 2:18) y aun de los de los fariseos (Mt. 22:16). En el mundo griego, la palabra se utilizaba para referirse a un aprendiz de filósofo; es decir, alguien que tomaba la iniciativa para estar con su maestro para aprender de su sabiduría y sus reflexiones. Entre los judíos, el aprendiz pasaba mucho tiempo con el maestro, compartiendo no solo enseñanzas, sino también experiencias diarias, puntos de vista y aun, en muchos casos, su estilo de vida (cp. Jn. 1:38-39). En resumen, el maestro llegaba a ser casi como un padre para el alumno. Por supuesto, la meta era que los discípulos llegaran a ser maestros y enseñaran a otros.

b) Un pasaje que parece resumir la experiencia de enseñanza integral de Jesús con los futuros apóstoles es Marcos 3:14-15. En primer lugar, el texto dice que Jesús seleccionó a un grupo particular de entre sus seguidores (“estableció a doce”). En segundo lugar, el propósito de llamarlos fue que lo acompañaran, al estilo de los maestros judíos, para recibir una influencia directa de parte suya (“para que estuviesen con él”). En tercer lugar, se puede apreciar cómo Jesús les delegó trabajos y les confió diversas labores ministeriales, dándoles autoridad para actuar tal y como él lo hacía (“para enviarlos a predicar y para que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y echar fuera demonios”). Por supuesto, otras estrategias incluían enseñanza, preguntas, lecciones objetivas, historias, desafíos, etc. En resumen, lo que estos doce jóvenes experimentaron fue una total inmersión en la vida de su maestro.

c) Es obvio, a la luz de los evangelios, que Jesús hizo diferencias en cuanto al nivel de relación con sus discípulos. Desde el “círculo íntimo” formado por Juan, Pedro y Jacobo y luego los doce, pasando por los setenta, hasta un grupo más grande, llamado genéricamente “discípulos”, entre los cuales había algunos que no estaban totalmente decididos a seguir a Jesús (Mt. 8:21). Estas diferencias marcaron la intensidad de relación que tendría con cada círculo. Sin duda, la mayor influencia y el mayor cuidado fueron ejercidos sobre los doce.

d) Al final de su vida, Jesús le encarga a sus seguidores a que busquen y enseñen lo aprendido a otras personas provenientes de “todas las naciones” (Mt. 28:19). Es más, en un sentido muy real, parece que Jesús desea que los discípulos sean sucesores suyos y que continúen su obra (Lc. 6:40; Jn. 14:12; 20:21).

e) Aunque el resto del Nuevo Testamento no emplea la palabra “discípulo” para hablar de estas relaciones de influencia, es claro que existen. El ejemplo más destacado e importante para el rumbo que tomará la historia del cristianismo apostólico es el de Bernabé buscando, defendiendo, preparando y estimulando a Saulo, futuro gran líder y teólogo de la iglesia primitiva.

f) A su vez, el apóstol Pablo acostumbraba a hablar de sus “colaboradores”: Urbano (Ro. 16:9), Timoteo (Ro. 16:21; 1 Ts. 3:2), Tito (2 Co. 8:23), Epafrodito (Fil. 2:25), Filemón (Flm. 1), Priscila y Aquila (Ro. 16:3), Marcos, Aristarco, Demas y Lucas (Flm 24). Sin embargo, las relaciones más cercanas las desarrolló con unos cuantos “hijos en la fe”: Timoteo (1 Cor. 4:17; Fil. 2:22; 1 Tim. 1:2; 2 Tim. 1:2), Tito (Tit. 1:4) y Onésimo (Flm 10) y muy probablemente otros más. Parece que la relación con estos “hijos” era muy cercana y similar a la que mantenía Jesús con sus discípulos.


La esencia del discipulado hoy
Como puede verse, en la Biblia existe una perspectiva diversa pero clara acerca de la relación que existe en lo que llamamos discipulado. Sin embargo, estos datos podrían quedar solamente como interesantes pero triviales curiosidades de la época bíblica, si no se reflexiona en sus implicaciones para el ministerio discipular en las iglesias de hoy. Es lo que se busca hacer en esta sección.

a) El discipulado no es una manera de fabricar cristianos en serie. En este mundo capitalista globalizado el lenguaje de los negocios se está imponiendo en muchas áreas de la vida, incluso de la iglesia. Así, la mentalidad de muchos líderes al iniciar programas discipulares no es la de formar personas a la imagen de Jesucristo, sino la fabricación de un producto. Aun el escritor LeRoy Eims, por ejemplo, en su excelente libro sobre el tema, El arte perdido de discipular, compara la formación de discípulos con una fábrica de zapatos, en la cual “el objetivo… no es producir zapatos sino discípulos” (pág. 64). Aunque el propósito de ese autor es el de señalar el fracaso en la formación de personas capacitadas, sin embargo, para evitar confusiones, se debe aclarar que no se trata de crear un producto en serie, ya que las personas poseen sus propias particularidades y distintivos. En este sentido, los patrones y modelos deben ser generales, ya que, lo que funcionó para unos puede no hacerlo para otros. Es que cada discípulo se desarrolla de manera única, de acuerdo a su personalidad y características individuales.

b) El discipulado no es un programa de enseñanza o uso de un material. Este es uno de los conceptos más comunes en las iglesias. De hecho, una de las primeras preguntas que hace un líder que desea iniciar reuniones de discipulado es “¿Cuál es el libro que vamos a utilizar?” o la otra, muy parecida, “¿Qué sistema vamos a seguir?”. Es que, por muy necesario que sea un temario o una guía de estudio, hay que recordar que el estudio de tal o cual material no provocará una automática madurez. De acuerdo a esta idea, las iglesias podrían dar –de hecho muchas lo hacen– un diploma certificando que la persona ha completado el material de estudio y brindándole el flamante título de “Discípulo de Cristo”, sin haber pasado por los rigores de ser aprendiz de “alguien”, ni mucho menos por los siempre difíciles y lentos pasillos de las relaciones personales. Esta actitud termina divorciando la Biblia de la convivencia, convirtiendo el proceso en un ejercicio teórico; mental, no integral. Interesante, pero que no transforma.

c) El discipulado es una reproducción de vida. Fue Juan Carlos Ortíz, en uno de sus más famosos libros, Discípulo, quien lo dijo de manera contundente: “Un discípulo es uno que aprende a vivir la vida que vive su maestro y poco a poco enseña a otros a vivir la vida que él vive… Por lo tanto, el discipulado no es comunicación de conocimiento o información. Es comunicación de vida… El hacer un discípulo es hacer la duplicación de uno mismo” (pág. 121). Dicho de otra forma, es ocuparse menos por los utensilios de la iglesia y más por las personas de la iglesia; es dejar de ser un funcionario y convertirse en amigo; es dejar de perder el tiempo en compromisos estelares y comenzar a invertirlo en cultivar relaciones fuertes y duraderas. Es que a menudo te busquen en la oficina y no estés allí, sino tomando un café con un joven en dificultades, compartiendo tus propias debilidades y lo que Dios te ha enseñado en su Palabra. Es sentirse feliz y no celoso por el triunfo de un discípulo, como un padre siente suyos los logros de un hijo. Es que tus allegados comiencen a contar las mismas ilustraciones que te escucharon a ti y que presenten ideas tuyas y que agreguen “Esta es mi convicción”.

d) El discipulado es convertirse en un aprendiz de Jesús. No es suficiente que el mentor cristiano reproduzca su propia vida en sus discípulos. En último caso, todo creyente es un seguidor de Jesús. En este sentido, toda relación, currículo de estudio, actividad o reunión de grupo debe tener como meta llevar a los jóvenes a “ser hechos a la imagen” de Cristo (Ro. 8:29). A la vez, toda búsqueda por reproducir la vida debe ir acompañada de una humilde actitud de saberse instrumento en las manos de Dios; solo un espejo que refleja la gloria de Cristo (1 Co. 11:1).

e) El discipulado es estar consciente del costo y estar dispuesto a sobrellevarlo. Jesús contó una parábola muy ilustrativa. Él dijo que había que sentarse y calcular el costo de seguirlo, para no quedar en ridículo al no poder terminar el proyecto de vida que un día se inició (Lc. 14:28-30). Ello contrasta con el esfuerzo de muchas iglesias, las cuales tratan de atraer discípulos prometiendo muchos beneficios, generalmente terrenales, tales como prosperidad, nuevos niveles de ministerio o mayor poder espiritual. Sin embargo, las palabras de Jesús son contundentes: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lc. 9:23). El teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer explica así estas palabras: “Toda llamada de Cristo conduce a la muerte… la muerte en Jesucristo, la muerte de nuestro hombre viejo a la llamada de Jesucristo” (El precio de la gracia, pág. 82). Este morir al yo y a las pasiones y los deseos propios debe ser enseñando a los discípulos que se selecciona.

Conclusiones e implicaciones
A la luz de las observaciones y reflexiones anteriores, hay varias conclusiones a las que se puede llegar:

1) Es necesario que el eje del ministerio sea la formación y no solo la información. En otras palabras, en lugar, por ejemplo, de solamente preocuparse por preparar una buena charla y tener una dinámica alabanza, hay que asegurarse que los jóvenes estén siendo moldeados a través de las enseñanzas de la Escritura, en el contexto de una beneficiosa influencia proveniente de sus líderes espirituales.

2) Es necesario dedicar más esfuerzo y atención a menos personas. Por supuesto, la frase anterior parece contradecir la meta de tener ministerios juveniles exitosos. Sin embargo, así como Jesús dedicó la mayoría de sus tres años de ministerio a un grupo de doce hombres que luego pondrían de cabeza al mundo (Hch. 17:5), así la preparación y capacitación deben estar enfocadas en un grupo de relativamente pocas personas, las cuales reproducirán su vida en otras personas, las cuales, a su vez, se volverán a reproducir (2 Tim. 2:2).

3) Es necesario planear de manera consciente la estrategia mediante la cual se pasará la estafeta del ministerio a nuevas generaciones de líderes. Esta actitud de búsqueda y transmisión ministerial y vital pone en una correcta perspectiva el papel del líder dentro del desarrollo del pueblo de Dios: su trabajo no es hacer la obra de Dios, sino capacitar a personas que la hagan (Ef. 4:11-12); no se trata de ser estrellas, sino facilitadores; no se trata de construir edificios ministeriales impresionantes, sino puentes para que las nuevas generaciones tengan la solidez en Cristo que necesitan.

4) Las condiciones de la cultura actual convierten en urgente la revisión de las filosofías y prácticas cristianas sobre el discipulado. Esta ya no debería ser un programa adjunto a la iglesia; ya no debería ser una reunión semanal más. Se requiere de personas dispuestas a pagar el precio del anonimato a largo plazo, pero con la habilidad y disposición de preparar a otros para que tomen las riendas y se lleven los reconocimientos y aplausos. El líder efectivo de la iglesia ya no se puede dar el lujo de ser solo un espectador pasivo, mientras muchos jóvenes se tambalean en sus convicciones y viven vidas apenas religiosas. Esta es la hora de la influencia; es hora de inyectar vida; es hora de tener hijos espirituales, en lugar de oyentes.

El humor y la fe: Una amistad productiva



(Artículo mío publicado en el libro "Humor y fe" de Ángel Darío Banegas)

En una esquina del mundo; en un lugar en donde se cruzan los caminos de la vida, se encontraron un día el humor y la fe. Fue uno de esos encuentros felices y providenciales que no dan lugar a pensar en la existencia del azar y la suerte. Ambos habían ya recorrido largas jornadas repartiendo sus generosas dádivas a los seres humanos que buscan la genuina felicidad. Su misión no siempre fue fácil. La fe, por un lado, había sido más de una vez rebajada a una serie de reglas dictadas por los mismos hombres pecadores e incapaces de darle su lugar. Otras veces había sido confundida con una ingenua simpleza o aun con la ignorancia. No siempre se le había permitido cumplir con su tarea de dar vida y esperanza a través de su Autor y Consumador.

El humor, por su parte, casi se había acostumbrado a ser manoseado. En su nombre se ha caído muchas veces en la vulgaridad y en la grosería. Se le había confundido con la burla, la discriminación y el mal gusto. En algunos círculos de fe casi se le había negado el derecho de entrada. En realidad, pocas veces había podido entregar su mensaje de optimismo permanente, ya que se le asociaba más con un arrebato de euforia momentánea que con un estilo de vida de sólido gozo. Ahora, a pesar de estas dificultades, ambos se encontraban frente a frente, dispuestos a emprender una rara pero fructífera amistad.

Habla el humor

El primero en hablar fue el humor. Tenía en su rostro la alegría ya típica en él, aunque ahora mezclada con un tono de curiosidad y algo de expectación. Movía mucho los brazos y en cada palabra ponía una nota de agudo ingenio que motivaba a sonreír.

“Eres más admirada que Miss Universo de visita en un país tercermundista” le dijo a la fe, con una sinceridad que se complementaba con sus ojos llenos de picardía. “Tienes muchas cosas buenas que ofrecer a los hombres, pero eres como una resolución de Año Nuevo: todos te alaban, pero muy pocos te son fieles hasta el fin. Siempre he querido conocerte porque me parece que tú logras dar la satisfacción que yo sólo alcanzo a proveer por unos momentos”. En sus palabras había una emoción que contagiaba y un entusiasmo que hacía olvidar la tristeza. “Ciertamente, los hombres no te buscan siempre, pero la verdad es que te necesitan, y mucho. Eres proveedora de esperanza ante las grandes tragedias; aquellos momentos en los que los humanos prefieren hacerme a un lado. Tú apuntas hacia el Verdadero, mientras que a mí me utilizan para hablar de muchos temas intrascendentes o incluso ofensivos”.

“Perfectamente yo podría decir que no soy digno de acercarme a ti. Sin embargo, la verdad es que tengo mucho qué aportar a tu noble tarea. En primer lugar, me enorgullezco de mi creatividad. Tú podrías pasar horas y días enteros denunciando que los padres no se comunican con sus hijos. Pero si presentas a un padre viendo un programa en un televisor y a su hijo, de espaldas, viendo otro programa en otro televisor, lograrás que los humanos se queden pensando en el concepto que deseabas comunicar. En pocas palabras, mi honorable amiga, puedes presentar muchas ideas valiosas utilizando mi capacidad creativa”. La fe escuchaba con interés, sin atreverse a interrumpir el entusiasta discurso de su nuevo amigo.

“A propósito”, prosiguió el humor, “he sabido que, en nombre de una dignidad mal entendida, hay personas que te han rodeado de una sombría seriedad que no siempre tiene relación con la sobriedad y formalidad de la que habla el Libro. Por mi parte, quizá necesito algo de sensatez, pero mírame. Exudo un contagioso optimismo que han perdido muchos de tus seguidores, quienes hasta fruncen el ceño como señal de piedad. En este sentido, si me permites, creo que los beneficios para ti serían enormes, ya que yo ayudaría a que los hombres te comprendieran mejor y vieran el lado jovial y optimista de tu valioso mensaje. Muchos aprenderían que ser aburrido no es sinónimo de ser fiel y que la risa también es parte de los atributos de una persona de fe”.

“Sé indulgente conmigo, amiga mía, y escúchame una vez más”. El humor sentía que podía aburrir a la fe. Sin embargo, ésta reflexionaba, fiel a su costumbre, en las palabras de este original personaje que la invitaba a establecer una inusual sociedad. El humor continuó entonces con su vivaz discurso, esta vez adoptando un tono más formal. “Sé que tu fin último es traer plenitud de vida a la humanidad. Ese es el deseo más íntimo de tu Creador y Promotor. Ahora, sería una distinción para mí que me permitieras agregar la fuerza de mi entusiasmo y el regocijo de mi ingenio a ese sublime propósito. Te prometo luchar contra la intrascendencia con la que me asocian los hombres. Me comprometo a utilizar mi creatividad, mi optimismo y mi agudeza para lograr que las personas piensen en los temas que tienen que ver contigo. ¡Puedo ser un poderoso aliado en tu esfuerzo por inculcar los valores eternos! ¡Puedo ser tu amigo de toda la vida!”.

Habla la fe

La fe estaba impresionada con la convicción en las palabras del humor. Ahora miraba con nuevos ojos a esta figura que representa la chispa y gracia humanas. Y como impulsada por una fuerza divina, la fe abrió sus labios para hablar. Su voz era serena; llena de sabiduría y esperanza.

“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”, dijo pensativa y citando al Dulce Maestro de maestros. Luego, después de una pausa que parecía agregar fuerza a sus palabras, agregó, “Quizá tú no lo recuerdas, pero mi Señor y tú ya se han encontrado”. Lo repentino de esa declaración hizo que el humor abriera los ojos como platos, en un gesto que hacía reír a quien lo viera. La fe continuó. “Estuviste presente cuando Él habló de camellos pasando por el ojo de una aguja o cuando le llamó ‘zorra’ a un engreído monarca. Tú fuiste la fuente de su optimismo cuando eligió a doce muchachos inseguros y llenos de defectos. Él echó mano de tu deleite cuando se regocijó en espíritu al ver los éxitos de sus seguidores. Por todo eso, podría decirse que tú y yo no hemos sido ajenos.”. El humor se regocijaba con cada sílaba que escuchaba. Poco a poco, su rostro se iluminaba mientras redescubría su valor y se veía a sí mismo con nuevos ojos. Con respeto, pero con un renovado entusiasmo, escuchó cómo la fe continuaba su discurso.

“Ahora bien, tu labor, aunque digna de mérito, podría recibir un impulso divino si aprovechas lo que yo tengo. En primer lugar, amigo humor, debes reconocer que muchos de tus esfuerzos por traer felicidad han sido pasajeros e insustanciales. Si eres mi aliado, yo podría darte la solidez y sustancia que necesitas. En lugar de regocijarte en los pecados de las personas, por ejemplo, podrías utilizar la ironía para denunciarlos de un modo que nunca se olvide y que estimule a vivir una vida más digna”.

“En segundo lugar, yo puedo proveer dirección y propósito a tus simpáticas risas. Podrías constituirte en un instrumento poderoso en las manos del Príncipe de los pastores, quien busca orientar y consolar a todos los que tienen el corazón quebrantado y el alma enferma. Por ejemplo, tú puedes reírte de aquellos que llevan una vida desenfrenada y descontrolada. Pero cuando explicas que esa vida sólo te llevará a un negro abismo sin Dios, estás dándole una dirección significativa a tu labor. ¿Te das cuenta? En lugar de hacerlos reír con el único propósito de que pasen un buen rato, nuestra alianza podría hacer que las sonrisas llevaran a los hombres a la Fuente de gozo verdadero: mi Señor y Salvador”.

“Por último, y como si lo anterior fuera poco, mi colorido amigo, yo puedo llenar tu identidad con toneladas de dignidad que proviene directamente de Aquel que es el único Digno. Ya no más obscenidad para hacer reír; ya no más crueles burlas para gozar; ya no más hablar en secreto de ti, como si fueras algo vergonzoso. Ahora serías un aliado de la fe y un siervo de Jesucristo de Nazaret. Serías un instrumento pedagógico de Dios; una munición en el arsenal de la decencia y la justicia; un recurso a favor de todo lo bueno y sano que tiene la naturaleza humana. Serías, en fin, un ser dignísimo”.

Desde hacía unos momentos, el humor se había dejado llevar por la emoción y saltaba, aplaudía y chillaba, presa de una alegría incontenible. Tales maravillas eran demasiado para él, acostumbrado a codearse con mentes ingeniosas pero banales; alegres pero triviales. Un nuevo mundo se abría ante los ojos de ambos; una nueva alianza surgía para servir a Dios y orientar a la humanidad.

“Sin embargo, tú y yo sufrimos la misma tragedia”. Ahora la fe mostraba una actitud algo sombría por primera vez. Hizo una pausa, para luego continuar. “Nuestros respectivos amigos nos han retratado como enemigos, sin serlo en verdad. Somos producto de la Gracia y la Providencia que fluyen de Aquel que desea cumplir el gozo de sus hijos. Ahora me doy cuenta de que una amistad entre nosotros es mucho más necesaria, por cuanto hombres y mujeres tienen la tendencia a escucharte a ti, pero es a mí a quien necesitan con más urgencia. Estoy dispuesta a ser una amiga fiel, que edifique tu fundamento y que reciba de ti la chispa y la vivacidad que ofreces. ¡Te ofrezco mi diestra de compañerismo y hermandad para que juntos traigamos gloria a Dios y felicidad a los seres humanos!”

La fe extendió su mano fraternal, acompañándola de una sonrisa firme y satisfecha. El compromiso era claro y oportuno. El humor, quien ya no podía controlar su emoción, se abalanzó sobre ella y le dio un abrazo sincero y lleno de euforia, exclamando, a la vez, “¡Sí, amiga mía! ¡Si! ¡Acepto este privilegio! ¡Somos un equipo en manos del Maestro! ¡Somos como dos lados de una sola moneda! ¡Somos siervos del Señor!”.

Y así, en aquel olvidado rincón del mundo, nació esta sociedad fructífera. En el cielo, las nubes parecían más blancas; el cielo más azul y el viento más suave. Era como si la creación le diera su aprobación a aquella inusitada amistad, la cual colaboraría con la transformación de vidas, de sociedades y de conciencias. Y mientras los nuevos amigos emprendían el camino con nuevos horizontes y nuevos desafíos, fundidos en un cálido abrazo fraternal, se escuchó una voz desde el cielo que decía: “¡Ay de vosotros, los que ahora reís! Porque lamentaréis y lloraréis. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis”. Amén

¿Cómo podemos explicar la Trinidad?


(Artículo mío publicado en la Biblia G3: www.bibliag3.com)


Si eres de los que dice "Me cuesta entender y explicar la doctrina de la Trinidad a otras personas", entonces tengo una buena noticia para ti: ¡Eres una persona normal! Así es. No existe ninguna persona sobre esta tierra que pueda decir que entiende a cabalidad ese gran misterio que se llama la Trinidad. Sin embargo, en la tarea de satisfacer las inquietudes naturales que como seres humanos tenemos, se hace necesario explicar en qué consiste esta fundamental doctrina de la fe cristiana.

Quizá una buena forma de comenzar sea explicar qué no es la doctrina. Primero, la Trinidad no es la creencia en tres dioses. La Biblia enseña con claridad, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, que Dios es uno (Deut. 6:4) y que hay un solo Dios (1 Tim. 2:5). Jesús nunca proclamó ser "otro" Dios, sino que dijo que él y el Padre eran uno (Juan 10:30). Segundo, el cristianismo no cree que las tres personas son sólo distintos roles de la misma persona, convirtiéndose a veces en el Padre, a veces en el Hijo y a veces en el Espíritu Santo, como si la Divinidad sufriera de múltiple personalidad. Tercero, tampoco cree la iglesia cristiana en un Dios que creó a Cristo como un dios menor, tal y como enseñan algunos grupos sectarios.

La doctrina de la Trinidad sí es la creencia en un solo Dios en tres personas eternas e iguales, aunque distintas en personalidad. Esta doctrina es sustentada por algunos indicios en el Antiguo Testamento y abundantes pruebas en el Nuevo Testamento. Ya te dije antes que la Biblia enseña claramente que Dios es uno y que hay un solo Dios. Sin embargo, el Antiguo Testamento presenta algunos indicios de la pluralidad de la Divinidad. En primer lugar, hay varios pasajes en los que Dios parece hablar consigo mismo en plural: "Hagamos al hombre" (Gén. 1:26); "descendamos y confundamos allí su lengua" (Gén. 11:7). En segundo lugar, hay textos que parecen presentar a Jehová hablando con otro personaje que también es Jehová (Zac. 3:1-2). El Nuevo Testamento presenta con gran claridad que Jesucristo es Dios (Juan 1:1; Rom. 9:5; Tito 2:13; Fil. 2:5-6; Col. 2:9; 1 Tim. 3:16; 1 Juan 5:20; Ap. 1:8,11-13). Además, la Biblia afirma que el Espíritu Santo posee características, atributos y derechos que sólo corresponden a Dios (conoce lo profundo de Dios, 1 Cor. 2:10; imparte vida, Rom. 8:11; es creador, Job 33:4; es omnipresente, Sal. 139:7). Por último, se debe señalar la existencia de pasajes bíblicos que presentan a las tres personas en alguna actividad conjunta: Mr. 1:10-11 en el bautismo de Jesús; Mt. 28:19 en la fórmula que se debe usar en el bautismo, en la que, de paso, puede verse la existencia de un solo nombre para las tres Personas; 2 Cor. 13:14 en una salutación del apóstol Pablo, quien los pone a los tres como dignos de derramar bendiciones sobre los lectores de esa carta. Como puedes ver, la Trinidad no es la invención de algún teólogo "desvelado", sino que es una enseñanza clara de la Palabra de Dios.

En el pasado, ha habido intentos de muchos cristianos por explicar la doctrina de la Trinidad, diciendo que es posible encontrar otros ejemplos de cosas que son "tres en uno". Algunos de esos ejemplos los puedes leer a continuación: 1) El agua (la misma agua, pero en sus tres estados, sólido, líquido y gaseoso); 2) las dimensiones de las cosas (largo, ancho, profundidad), son tres, pero es la misma cosa; 3) Los árboles, ya que tienen raíz, tronco y ramas, pero es el mismo árbol; 4) El hombre que es, a la vez, esposo, padre e hijo; 5) El trébol que tiene tres hojas, pero es el mismo trébol; 6) la electricidad que impulsa un motor, que da luz por medio de una lámpara y que hace funcionar una plancha (son tres clases de aparatos, pero es la misma electricidad); 7) El triángulo que tiene tres lados iguales, pero es un solo triángulo; etc.

La verdad es que ninguno de estos ejemplos –y ningún otro– pueden ilustrar a la perfección una verdad tan profunda e infinita como la de la Trinidad. De hecho, recuerda que la mente humana es finita, limitada e imperfecta. Por lo tanto, ¿crees tú que una mente tan pequeña como la mía, la tuya o la de algún maestro de ciencias puede explorar la naturaleza infinita de Dios? Para ser sinceros, si alguien puede llegar a entender el misterio de la Trinidad, esa persona tendría que ser Dios mismo (1 Cor. 2:11). De esta manera, ¡más bien hay que dar gracias a Dios porque no podemos ilustrar cómo es él! ¿Te das cuenta? Si pudiéramos comparar al Señor con alguna cosa que hay en la naturaleza, ese Dios sería pequeñísimo; del tamaño del entendimiento de cualquier ser humano. No valdría la pena confiar en él, ya que no sería Todopoderoso, infinito u omnipresente.

Debido a nuestra incapacidad para llegar a entender a la Persona de Dios, es que Él tomó la iniciativa y decidió hacerse como uno de nosotros, en la persona de Jesucristo, para que pudiéramos apreciar cómo es Él. Por eso es que Jesús pudo decir que quien lo había visto a él había visto al Padre (Juan 14:9) y es por ello que se puede decir que Jesús vino para dar a conocer a Dios (Juan 1:18). Lo más que podemos llegar a afirmar es que Dios es uno solo, pero se manifiesta en Padre, Hijo y Espíritu Santo. Aunque cada una de estas tres Personas tiene existencia propia, distinta de la de los otros dos, es el único y eterno Dios en el que creemos. Si alguien quiere burlarse ti debido a esa creencia, puedes contestar que, el hecho de que no podamos entender algo, no significa que no sea real. Di que esa es la enseñanza que el mismo Dios nos ha revelado y que prefieres confiar en lo que Dios te ha dicho que en lo que cualquier ser humano diga. Aunque mi mente no puede comprenderlo, todo mi ser lo acepta como la verdad que el Señor mismo nos quiso comunicar. ¡Gloria a su nombre!

¿Qué nos espera durante la eternidad?


Recibí la siguiente pregunta y quiero compartir con ustedes la respuesta:

Siempre me ha llamado la atención leer todo lo que la Biblia narra que sucederá al final de los tiempos. Pero también me nace la pregunta: Luego de que todo acabe y estemos con Dios, ¿Qué pasará? ¿Cuál será nuestro proposito??

Aquí la respuesta:

¡Gracias por tu pregunta! Este es uno de los temas en los que la Biblia no da información clara; solamente algunos indicios que señalan lo que sucederá. Los siguientes son algunos pensamientos al respecto:

1) Es obvio que Dios es eterno; por lo tanto Él será conocido por la eternidad (Ex. 3:15). Además,su justicia y salvación (y todas sus obras y atributos) también permanecerán eternamente (Is. 51:8) y su reino y dominio también son eternos (Dan. 6:26). Este es un buen punto de partida. La razón para tener esperanza en el futuro es que Dios estará allí.

2) En la Biblia es claro que hay un futuro glorioso para la creación física. Rom. 8:19-23 enseña que la Creación llora esperando su liberación el día en el que los hijos de Dios reciban la plenitud de su redención. Esto indica que algo bueno vendrá para el universo físico. 2 Pedro 3:10-12 señala que los elementos físicos de la actual creación serán fundidos con fuego, así como un alfarero funde una vasija con agua para deshacerla y volverla a hacer. Mateo 19:28 utiliza la palabra "regeneración" cuando se refiere a la Venida del Señor en gloria, lo cual revela que habrá una continuidad entre la creación actual y los nuevos cielos y nueva tierra que habrá en el futuro. En otras palabras, el nuevo universo que Dios creará estará basado en una renovación del actual.

3) Con relación a los seres humanos,
** La Biblia revela que tendremos cuerpos renovados; con capacidades superiores (1 Cor. 15:51-54).
** Apocalipsis 22:3 indica que entre las actividades que realizaremos en la Nueva Jerusalén por la eternidad estará la de servir al Señor, a través de adoración y otras actividades de servicio.
** La parábola de los talentos (Mat. 25:14-30) parece sugerir (sin estirar demasiado esta intepretación) que quienes hayan sido fieles "en lo poco" recibirán nuevas y mayores responsabilidades cuando el Señor regrese ("sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré"). ¿Qué clase de responsabilidades serán estas? Solamente podemos especular. Partiendo del propósito original del Señor, el cual consistía en compartir su dominio y gobierno sobre el mundo con los seres humanos (Gén. 1:27-28), creo que esas actividades incluirán dominar, gobernar y reinar junto con Dios sobre toda la creación (Ap. 22:5). Ir más allá y asegurar con exactitud cuáles serán las actividades es arriesgado.

4) He oído a muchos decir que estaremos alabando y adorando al Señor por la eternidad. Esto es cierto, siempre y cuando entendamos que TODO lo que hacemos es para alabanza de la gloria de Dios, pero no significa que vamos a participar en un culto de iglesia que va a durar toda la eternidad. Seguiremos adorando a Dios a través de las edades, pero por medio de muchas clases de actividades emocionantes, relevantes e importantes.

5) Se podría decir que tu servicio actual para el Señor es una especie de ensayo y capacitación para los nuevos horizontes que el Señor te mostrará para su gloria por toda la eternidad. ¡Qué privilegio y responsabilidad!

11 Consejos de Bill Gates para los adolescentes

Quizá hay que analizar cada uno y tomar en cuenta ciertas presuposiciones, pero estos consejos interesantes y a veces brutalmente realistas deben ser tomados en cuenta por las nuevas generaciones:

Consejo 1:
La vida no es justa, acostúmbrate a ello.

Consejo 2:
Al mundo no le importará tu autoestima. El mundo esperará que logres algo, independientemente de que te sientas bien o no contigo mismo.

Consejo 3:
No ganarás $5000 mensuales justo después de haber salido del secundario y no serás un vicepresidente hasta que con tu esfuerzo te hayas ganado ambos logros.

Consejo 4:
Si piensas que tu profesor es duro, espera a que tengas un jefe. Ese sí que no tendrá vocación de enseñanza ni la paciencia requerida. Además no estudió para serlo.

Consejo 5:
Dedicarse a cocinar hamburguesas no te quita dignidad. Tus abuelos te¬nían una palabra diferente para describirlo:le llamaban “Oportunidad”.

Consejo 6:
Si metes la pata, no es culpa de tus padres, así que no rabies por tus errores: aprende de ellos.

Consejo 7:
Antes de que nacieras, tus padres no eran tan “aburridos” como son ahora. Ellos empezaron a serio por pagar tus cuentas, limpiar tu ropa y escu¬charte hablar acerca de la nueva onda en la que estabas. Así que, antes de em¬prender tu lucha por las selvas vírge¬nes contaminadas por la generación de tus padres, inicia el camino limpiando las cosas de tu propia vida; empezando por tu habitación.

Consejo 8:
En la escuela puede haberse eliminado la diferencia entre ganadores y perdedores, pero en la vida real no. En algunas escuelas ya no se pierden años lectivos y te dan las oportunidades que necesites para encontrar la respuesta correcta en tus exámenes y para que tus tareas sean cada vez más fáciles. Eso no tiene ninguna semejanza con la vida real.

Consejo 9:
La vida no se divide en semestres. No tendrás vacaciones de verano largas en lugares lejanos y muy pocos jefes se interesarán en ayudarte a que te encuentres a ti mismo. Todo esto tendrás que hacerlo -si lo deseas - en tu tiempo libre.

Consejo 10:
La televisión no es la vida diaria. En la vida cotidiana, la gente de verdad tiene que salir del café, del bar o de la película, para irse a trabajar.

Consejo 11:
Sé amable con los “nerds” (los más aplicados de tu clase). Hay muchas probabilidades de que termines trabajando para uno de ellos

No caigamos en las redes del institucionalismo

Sin duda, esta época posmoderna, en combinación con el capitalismo globalizado, es testigo de una consolidación casi universal de las organizaciones agresivas y competitivas, a la vez del notorio debilitamiento y aun desaparición de aquellas que no se ajustan a las exigencias del mercado en el que se encuentran.

Cuando una iglesia local crece, sus autoridades tienen más poder que antes y el éxito visible comienza a ser evidente. Puede llegar a pensarse que ese crecimiento, poder y éxito es la meta de esa iglesia. De hecho, el crecimiento de la iglesia se ha convertido en una de las “industrias” más exitosas y de mayor demanda dentro del “mercado cristiano”. Muchas iglesias, al menos en la práctica, han convertido su imagen corporativa y su éxito tangible y numérico en la meta teológica de su vida y su ministerio.

El fenómeno que sufren estas congregaciones se llama “institucionalismo” y es el responsable de la pérdida de visión de muchas iglesias. El institucionalismo es la tendencia de las instituciones sociales de “volverse rígidas, por conservar la forma exterior (sic), perdiendo el sentido de los valores que la han motivado” (Fernando Bastos de Ávila, “Institución”, Pequeña enciclopedia de la doctrina social de la Iglesia, trad. Augusto Aimar, Bogotá: Ediciones San Pablo, 1994: 342).

Cuando la iglesia adopta esta filosofía institucionalista, las señales no siempre son claras, pero sí reales. PRIMERO: La importancia de las personas se comienza a medir con base en la grandeza o el éxito de la iglesia. Muchas veces cuando un líder se presenta por nombre y después dice en cuál iglesia está trabajando, recibe una segunda mirada de admiración, respeto o condolencia, dependiendo del nombre y la fama de la iglesia mencionada. También se invita a potenciales miembros o líderes a “unirse a algo más grande que tú”, haciendo siempre énfasis en la grandeza de la institución-iglesia como lo valioso, en lugar de las personas que la forman. En este sentido, la actitud es que el prestigio de la organización engrandece a las personas, y no que las personas hacen grande a la organización.

SEGUNDO: Una de las grandes metas del trabajo de la institución-iglesia llega a ser mantener a toda costa su buena imagen, incluso en perjuicio del bienestar o cuidado pastoral de las personas. Es como cuando otras instituciones que utilizan alguna clase de uniforme (como por ejemplo, centros educativos) exigen buena conducta de sus miembros “por el buen nombre del centro que representa el uniforme”. Se dan casos de autoridades institucionales que llegan a decir: “Está bien que lo hagan, pero es inadmisible que sea dentro de los muros de la institución o usando el uniforme que nos representa”.

Tres ejemplos o implicaciones de esta idea filosófica en la iglesia se pueden mencionar. En primer lugar, cuando se castiga o disciplina a alguien, muchas veces se hace para proteger el buen nombre de la institución o para evitar los malos comentarios que pueden hacer los inconversos, olvidando que la filosofía ministerial de la iglesia no deben establecerla los inconversos, sino la Escritura, la cual refleja el amor de Dios hacia las personas. En segundo lugar, los trabajadores asalariados y voluntarios son presionados a sacrificarse para que la institución crezca y se desarrolle saludable en el mercado. Así, es común ver iglesias con ambiciosos proyectos de construcción o de compra de tecnología o música, pero que “no les alcanza” para pagar un salario digno a sus pastores, a los cuales se les estimula a “vivir por fe”, como “todo buen siervo” del Señor. En tercer lugar, y relacionado con lo anterior, a menudo se observa negligencia en cuanto a la preparación y capacitación de los líderes y, a la vez, un esfuerzo cada vez mayor en la inversión dedicada a edificios, adornos y otras señales visibles y externas de grandeza organizacional.

TERCERO: Con esta filosofía los medios fácilmente se convierten en la meta. Así, el desarrollo excelente de los programas es visto como el objetivo, aun si las personas no llegan a comprender los “misterios” que se están llevando a cabo ante sus ojos. Muchas iglesias buscan adquirir emisoras de radio, equipos de sonido, proyectores digitales o instrumentos musicales sofisticados, no como medios para educar y formar personas, sino como fines en sí. Por eso, una de las maneras en que estas iglesias atraen personas es impresionando al público con espectáculos cada vez más sofisticados, edificios cada vez más complejos y programas más profesionalmente llevados a cabo. En el fondo existe la idea que de esta manera el ministerio de la iglesia será engrandecido y “globalizado”, de acuerdo a los criterios de la cultura capitalista actual.

Como se puede ver, es muy fácil adoptar el éxito de la institución como la gran meta, explícita o implícita. La tentación de pensar que “las personas son pasajeras, pero las instituciones permanecen” y adoptar esta idea como filosofía está presente en todas las iglesias e instituciones cristianas. Es muy fácil olvidar que el Señor Jesús no murió por instituciones, ni siquiera por la iglesia, vista como institución. Luchemos para que la iglesia no adquiera la identidad de una empresa con motivaciones egoístas, alejada de la gracia y la misericordia hacia las personas y enfocada en su propio crecimiento y prosperidad. Es necesario recordar siempre la palabra fiel: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1 Ti. 1:15).

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